“En el principio, Dios
creó los cielos y la Tierra y esta estaba sin forma y vacía y las tinieblas los
cubrían por completo. Y el espíritu de Dios se movía sobre las aguas y Dios
dijo: ¡Hágase la luz! Y hubo luz. Dios vio que era buena y la separó de la
oscuridad.”
24 de
diciembre de 1968. William Anders mandaba este mensaje junto con sus compañeros
James Lovell y Frank Borman mientras que, por primera vez en la Historia, se
realizaba una misión tripulada a la Luna. El mundo, expectante, se encontraba
viendo en la televisión un evento único.
Durante toda
la década de los 60, en plena Guerra Fría, las dos superpotencias: la antigua
URSS y los Estados Unidos se habían enfrentado en una lucha para demostrar la
superioridad de su sistema político. La carrera armamentística dio paso a un
rápido desarrollo tecnológico, que derivó en una competición para ver quién
llegaba antes a la Luna, lo que les daría una muy buena propaganda política.
Incluso había rumores diciendo que los soviéticos querían pintar la Luna de
rojo, simulando la bandera comunista.
El
objetivo real no era muy claro. Científicamente, era más fácil estudiar la
superficie y la geología de la Luna a través de sondas no tripuladas. Sin
embargo, el gran avance que supuso para la ingeniería, hizo que, en parte,
valiera la pena. En el año 1961 (en los inicios de la era Espacial) los
científicos no estaban seguros si el hombre podría sobrevivir
durante
periodos prolongados de tiempo con una gravedad muy baja (microgravedad). Yuri
Gagarin fue el primero en demostrar que estas suposiciones eran falsas, al
orbitar alrededor de la Tierra. “Todo lo que he hecho y he vivido ha sido para
esto.” Había dicho el cosmonauta antes de embarcarse en la misión del Vostok 1.
Justo un año
después, el presidente de los Estados Unidos, J.F. Kennedy lanzaba un discurso
proponiendo ir a la Luna con una tripulación antes de 1970:
“Hace muchos años, al gran explorador
británico George Mallory, quien murió en el Monte Everest, se le preguntó por
qué quería escalarlo. Y él contestó: “porque está ahí”.
Bueno, el
espacio está ahí, y lo vamos a escalar, y la luna y los planetas están ahí, y
nuevas esperanzas de conocimiento y paz están ahí. Y, por lo tanto, a medida
que zarpamos pedimos la bendición de Dios en la aventura más grande, peligrosa
y arriesgada en la que el hombre jamás se haya embarcado.”
Este
discurso, proponía una misión que, en condiciones normales, habría tardado 50
años en realizarse (Según el libro Hombres
en el espacio: pasado, presente y futuro, de Luis Ruiz de Gopegui) El
enorme capital invertido en la NASA (Administración
Nacional de la Aeronáutica y del Espacio) y las prisas por competir en una
carrera por controlar el mundo, hicieron que este proyecto se hiciera con
muchísima más rapidez de la esperada. Aun así, la tecnología tendría que
superar una infinidad de obstáculos antes de poder alcanzar el objetivo. Puede
que la suma de fracasos de lugar al éxito, ¿lo creen así?
En 1965, Estados Unidos y la serie de sondas
no tripuladas Ranger, apenas habían
conseguido impactar sobre nuestro satélite natural, mientras que los soviéticos
ya preparaban alunizajes desde 1963 con la Lunik 4.
Y llegamos a 1968. El White
Album (The Beatles) y Odessey and
Oracle (The Zombies) sonaban en la radio, el
movimiento hippie estaba sufriendo un crecimiento exponencial, que culminaría
en el festival de Woodstock en el 69. Nixon ganaba las elecciones en noviembre.
Un mes antes se estrenaba 2001: Una
odisea en el Espacio, la película que curiosamente, hablaba de cómo sería
la llegada del hombre a la Luna. Y bajo todas estas circunstancias, se preparó
el gran cohete (giant rocket) del que hablaba Kennedy, el Saturn V, de 2900
toneladas y 125 metros de altura.
La misión Apolo 8 consistía en enviar una nave
que circunvalara a la Luna, hacer fotos, y ver cuál sería la pista de
aterrizaje perfecta para la siguiente misión. El sueño de toda una nación
estaba cada vez más cerca.
En 5…
Sin embargo, había que ser extremadamente
precisos en los cálculos, cualquier mínimo fallo podría llevar a los
astronautas a la deriva, perdiéndose en un infinito océano cósmico.
4…
O en todo caso, estrellarlos contra la
superficie del planeta.
3…
Todos miraban con temor, asombro y curiosidad
al cielo nocturno, a esa gran masa de roca inerte.
2…
Y es que este era el inicio de una nueva era…
El hombre dejaba por fin su pequeño hogar, su pequeño nido, para conquistar
otros mundos.
1…
Sí. Era el comienzo de algo nunca visto.